5. Dov Charney: el diablo viste de American Apparel
He aquí un pícaro que ha conseguido forrarse vendiendo a precios desorbitados toneladas de ropa interior de mercadillo, calcetines de zorra ochentera, camisetas marca-pezones y toda suerte de complementos hipsters que no pasarían el corte de calidad ni en el armario de Bebe. Un tipo que convierte trapitos de segunda en el culmen de la modernidad guarra y viste a toda una generación de veinteañeros adictos al pegamento merece ser ajusticiado por el brazo fuerte de esta Inquisición llamada MDM. Póstrate y siente la presión de nuestros nardos en tu nuca, Dov, pues el reinado de American Apparel pronto pasará a la historia y tendrás que reciclarte como telefonista del Venca.
Basta con ver al pimpollo, parece sacado de una escena eliminada de
“Boogie Nights”. Sus bigotes de camionero setentero, sus gafas estilo Roy Scheider en
“Tiburón”, su modernidad garrula, peluda y con olor a colonia Andros… Hostia santa, el colega es un peligro. Y aunque hay que agradecerle profundamente esas campañas publicitarias con adolescentes espatarrados que parecen sacados del harén de Larry Clark, aunque hay que aplaudir esas fotos de crías en bragas, calentadores y ‘toto’ al viento, al viejo Dov le ha llegado su San Martín. Porque los modernos de ahora también serán padres. Y vive Dios que no dejarán que sus retoños caigan en el mismo error y se vistan como yonquis anoréxicos alérgicos al champú. Soplan nuevos vientos en las costas hipsters: es la hora de C&A.
6. Zooey Deschanel: yo Zooey de la Mutua
Ya estoy harto de esta chica, así de claro. La jamelga se ha hecho con el monopolio de la moderna graciosa, finolis, con un punto hasta infantil. Zooey es una mujercita que vive en un mundo aterrador de vestiditos, ukeleles, zapatos planos, grupos de folk indie, clips infantiles en el pelo, etc. La Deschanel tiene un grave problema: las dosis de rabia que produce oscurece por completo su innegable sex appeal. Pero yo tengo la solución al problema. Zooey, si intentaras parecerte menos a la Virgen María del Sacro Hipster, siguieras los pasos de la gran Chloë Sevigny y te dedicaras a rodar escenas de felaciones rabo en boca, otro Vincent Gallo cantaría.
7. David Delfín y Bimba Bosé: vaya par de dos
Aunque su apellido apele a un mamífero acuático inofensivo a la par que campechano, David Delfín es cosa seria, pues presenta de forma concentrada todos los elementos que definen al modisto moderno instalado en los Madriles. El malagueño ya no es un simple diseñador de ropa, hace tiempo que trascendió dicha función para revelarse como el referente/catalizador/llámalo como quieras de esa generación de modernos de mediana edad que todavía sueñan con el advenimiento de una Segunda Movida: digamos que ya es parte integrante del folklore de la gente
in de Madrid. Sus desfiles se han convertido en misas gáyeres que arrastran en masa a la
modernité más mohosa de la capital. Qué tiempos aquellos en los que las modelos recorrían la pasarela con una reluciente soga en el pellejo y su apellido animalesco levantaba ampollas. Ahora, el delfín se ha convertido en boquerón; es el tópico por excelencia, un ejemplo clarísimo del moderno que dejó de serlo hace tiempo pero sigue ejerciendo, aunque sea a trompicones, tarde y mal, muy mal.
Pero lo más grave no es que Delfín vaya camino de convertirse en la Doña Croqueta de la modernidad madrileña –con permiso de Bibi Andersen–, lo peor es que siempre que se asoma por el reality
“Alaska y Mario” o le vemos en alguna zarandaja de la noche capitalina, a su vera se detecta con una figura que produce desasosiego y horror, una vulcaniana de mirada abisal a la que por poco no bautizan con el nombre de un pan de molde.
"Bimba es una versión evolucionada del ser humano llegada de un futuro ignoto. Un futuro en el que no hay cejas"
Admito que a Bimba Bosé no he conseguido cogerle el tranquillo. No comprendo su juego. Me sorprende que la costra moderna la considere el no va más. Si estuviéramos en el 96 os diría que sí, que los andróginos antipáticos son los nuevos jueves, pero estamos en el 2012 y algo me sugiere que por ahí no van los tiros. Y es que tampoco ayuda su actitud de perdonavidas, algo muy común, por otra parte, entre la raza modernilla. Para mí, Bimba es una versión evolucionada del ser humano llegada de un futuro ignoto. Un futuro en el que no hay cejas, la gente se peina con colisionadores de partículas y la humanidad se reproduce vía esporas, USB o fibra óptica. Qué queréis que os diga, no me impresiona su rollo, de hecho, la única vez que sentí electricidad en el vello de la nuca al verla fue cuando en los 80 salió por la tele con una extraña falda, chaqueta torera, coleta y abanico. Cantaba un tema titulado
“Amante Bandido”.
8. Miranda Makaroff: sin embargo, te quiero
¿La Alexa Chung española? ¿La Charlotte Free de nuestro país? ¿La It Girl dels Països Catalans? Ni idea, amigos, lo único que sé es que la chica quiere convertirse en la moderna total y a fe de Dior que lo está consiguiendo. Pincha, diseña ropa, dibuja garabatos, escribe en su blog, sale en el programa Gente, aparece en todos los saraos moderniquis, en Google Images tiene más fotos que Mahatma Gandhi, marca tendencia (o lo intenta a toda costa), posa para las fotos con esa actitud entre insolente y juvenil que parece espontánea pero se intuye más estudiada que la gestualida de Pep ‘Pacino’ Guardiola.
La chica quiere llevarse todo el pastel de la Nación Modernilla y no soy yo nadie para culparla. Bravo. Adelante. Que aproveche el tirón. Eso sí, acabará quemándose, es la ley del hype. Aunque cuándo uno está convencido de que es el Leonardo Da Vinci del moderneo español poco puede hacerse por advertirle del trompazo. La dulce Makaroff está embalada y va camino de pasar de moderna de libro a folklórica 2.0, algo muy común en los animales supuestamente cool de nuestra escena. Son personajes que durante unos años están pinchando o exponiendo sus obras hasta en el estanco del Corte Inglés, figuras polifacéticas que se engorilan y acaparan, y luego se desvanecen del escenario repentinamente para nunca volver. En serio, amigos, me preocupo por ella, no quiero que a la chica le pase eso; diantre, sería una pena perder de vista un bombonazo de semejante categoría…. Miranda, qué demonios, en el fondo creo que me pones. Me ha costado dos párrafos de gilipolleces decirlo.